¿Drama o melodrama?

Cuando en el audiovisual hablamos de géneros cinematográficos, sabemos que hay toda una amalgama de los mismos, así como todo un conjunto de subgéneros, los cuales se hallan estrechamente relacionados con los dos principales: Drama y Comedia. Si bien es cierto que estos dos parten de la tradición del teatro griego clásico, no podemos obviar que la progresión en cine ha llegado a dar otros cuanto más complejos y ambiguos.

Hoy nos centraremos en el primero de ambos, y más concretamente en el género cinematográfico que emergió de él y que pasó a ser un paradigma del cine norteamericano durante las décadas de 1930, 1940 y 1950; sí, hablamos del melodrama.

«Amanecer» (Sunrise), de F.W. Murnau (1927), uno de los más grandes melodramas del cine mudo.

¿En qué consiste el melodrama?

Antes de nada, habría que hacer una importante diferenciación para dejar bien demarcado cuál es la diferencia implícita entre el drama y el denominado subgénero melodrama. Mientras que como es el caso del término ficción, que supone una dimensión categórica que recoge toda la esencia narrativa de las historias que no tienen una base documental o real, el drama, cumpliría de igual manera esta función en cine.

El término drama abarca un espectro más amplio, pero el melodrama se hace patente en aquellas historias en las que las emociones se realzan y el desarrollo de los personajes resulta crucial para el desarrollo de la trama. Aunque aquí también es preciso puntualizar y profundizar más al respecto, dado que las asociaciones del subgénero melodramático dentro del audiovisual, tendrá una raíz cuanto más dramática, pero también subgenérica: el cine negro.

«Gilda», de King Vidor (1946), un clásico del cine negro que cuenta con claros elementos melodramáticos

Este dato lo conocemos por el completísimo artículo “El melodrama como género cinematográfico”, de Graciela Padilla Castillo, 2002, escrito para la Revista SEECI, en el que expone:

“La primera concepción se refiere a películas de gángsters, donde el protagonista debía defenderse contra una trama criminal. Pero la segunda, en cambio, se refiere a los melodramas familiares o románticos, que llegarían incluso a formar el subgénero de las women´s picture, películas para mujeres.”

Rasgos del melodrama

Si bien es cierto de que en contadas ocasiones se le ha considerado como un género para mujeres, lo cierto es que esta depreciación del mismo no está constatada, dado que su progresión a lo largo de las décadas mencionadas, lo llevaron a ser uno de los géneros más exitosos y mejor trabajados de la industria hollywoodense, y también en el extranjero.

Es importante incidir que el melodrama, aunque tiene su causa sui en Estados Unidos, posee excelentes exponentes en otros países como lo son Japón e Italia. En el caso del primero, uno de los indiscutibles maestros del mismo fue Kenji Mizoguchi, con obras como ‘Vida de Oharu, mujer galante’, 1952, o ‘Historia del último crisantemo’, 1939. Y en la bota del mediterráneo europeo, tenemos a Luchino Visconti con la referencial, ‘Rocco y sus hermanos’, 1960 y a Vittorio De Sica con la coetánea, ‘Dos mujeres’, ambas insertadas dentro de la corriente neorrealista.

Annie Girardot y Alain Delon en la referencial ‘Rocco y sus hermanos'(1960)
  • El sentido de aceptación y de sufrimiento: la heroicidad de sus protagonistas es diametralmente o puesta a la planteada por Joseph Campbell en su obra fundamental, “El héroe de las mil caras”, 1949. Son personajes pasivos que asumen y soportan el sufrimiento sin importar las consecuencias, aunque ello implique la muerte a la larga o a corto plazo.
  • Empática participación del espectador: La congoja y la resignación a las adversidades, dotan de una humanidad extraordinaria a estos personajes, que a ojos del espectador ellos mismos perciben lo peor de sí mismos al contemplar las desgracias de ellos.
  • Aparición constante del fracaso: es un mecanismo recurrente en este tipo de historias, en las que su protagonista, o varios de sus personajes, consideran que han fracasado en algún momento de sus vidas y eso les lleva a caer en un bucle psicológico del que les es imposible escapar.
  • Trauma no superado: más que heridas físicas, son desgarros inmanentes al alma de sus personajes y que no pueden cicatrizar aunque quieran, marcan profundamente su vida actual y deben vivir con ello.
  • Sublimación o represión de los deseos: en algunos casos puede ser el condicionante de su dolor y malestar. En la superficie, todos parecen estar bien, sonrientes, radiantes con ganas de seguir progresando y avanzando, pero en la intimidad las sombras se ciernen sobre ellos ya sea por un amor no correspondido, la necesidad de sincerarse o de desvelar un secreto inconfesable.
En ‘Más poderoso que la vida’ (Bigger than life), de Nicholas Ray (1956), Ed Avery (James Mason) debe lidiar con sus frustraciones de juventud y presentes, junto con su adicción a la cortisona
  • Expresiones cargadas de dramatismo: el lenguaje del melodrama no entiende de naturalidad ni de realismo, dado que se trata de una exageración de las circunstancias dramáticas reales del día a día. De ahí que nos impacten con una mayor fuerza (a veces incluso tornándose épica) que cualquier expresión común ante una desgracia.
  • Acumulación de elementos dramáticos y desgracias: que en ocasiones pueden sentirse demasiado concentradas por el espectador, pero adecuadamente distribuidas en el proceso de montaje para no caer en el mal consabido efecto de serial o culebrón, otro de los subgéneros que copó la televisión desde la década de los 60 hasta principios del siglo XXI.
  • Cualquier tiempo pasado fue mejor: rememoración constante de algún momento puntual que contrasta con su estado actual (el malestar del presente con el que no pueden lidiar) y que para hacer expresión de ello recurre a los flash-backs y a todo tipo de efectos cinematográficos a nivel de transiciones, e incluso en la elaboración de los títulos de muchos de los films: ‘Los mejores años de nuestra vida’, de William Wyler, 1946, ‘De aquí a la eternidad’, de Fred Zinneman, 1953 o ‘Tal como éramos’, de Sidney Polack, 1973.
  • Momentos de distensión humorística: no suelen ser muchos, pero cuando están aparecen dejan una estupenda sensación en el espectador, que no es sino un recurso narrativo: la calma que precede a la tormenta.
  • Arranques significativos: lentos, y con un marcado sentido metafórico, en donde la música juega un papel muy importante, así como a lo largo de la trama con el fin de generar una atmósfera de complicidad entre el espectador y los personajes y como armonía recurrente con la que identificar el leit motiv del film.
Annie (Susan Kohner) reniega de su madre (Juanita Moore) al no ser ella blanca en ‘Imitación a la vida’ (Imitation of life), de Douglas Sirk (1959)

El melodrama en la actualidad

El melodrama ha encontrado diversas formas de penetrar de manera subversiva en distintos géneros a los que jamás se podría haber asociado estos rasgos, especialmente es interesante como el marco histórico-cultural posmodernista de la década de 1990 ha rescatado de nuevo el melodrama más clásico en ejemplos como ‘Lejos del cielo‘, de Todd Haynes, 2002, o su trabajo más reciente, ‘Carol‘ (2015).

‘Lejos del cielo’ (Far From Heaven), evoca la mejor tradición melodramática del Hollywood clásico.

En Europa, y más específicamente en nuestra Península Ibérica, poseemos a la mente más originalmente melodramática de la segunda mitad del siglo XXI: Pedro Almodóvar, que ha conseguido aprovechar la esencia clásica del melodrama adaptándola a sus obsesiones e intereses personales como bien demuestra a lo largo de toda su filmografía; estando cuanto más presente estos elementos en ‘Todo sobre mi madre’ (1999), ‘Los abrazos rotos’ (2009) y en ‘Julieta’ (2016).

Penélope Cruz en ‘Los abrazos rotos’ (2009), probablemente el más american film de Almodóvar y que evoca a Sirk y Hitchcock en muchos aspectos.

También es interesante destacar los colosales y mastodónticos, y en cierto sentido hasta experimentales en ciertos puntos, films multicorales, y prácticamente hermanas mellizas, que iniciaron y concluyeron esta década: ‘Vidas Cruzadas’ (Short Cuts), de Robert Altman, 1993 y ‘Magnolia’, de Paul Thomas Anderson, 1999.

Frank T. Mackey (Tom Cruise) claudica ante su padre moribundo, Earl Patridge (Jason Robards), tras años sin hablarse, en ‘Magnolia’ (1999)
26/02/2020

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