Los nuevos impulsos del cine europeo

Los nuevos impulsos siempre han sido necesarios a lo largo de la historia de cualquier arte. Están asociados con una actitud renovadora de los cánones establecidos hasta el momento.

Independientemente del arte que fuera, estos impulsos tienden a estar relacionados con influencias externas. En lo referido a la Europa de la segunda mitad del siglo XX, no fue muy distinto.

Fotograma de ‘Cleo de 5 a 7’, de Agnès Varda, 1962, film clave de la nouvelle vague.

A través de este breve repaso de nuevos impulsos europeos, comprobaremos cómo de determinantes han sido para el cine actual. Y cómo su huella puede percibirse claramente en una serie de films recientes y de cineastas del tiempo presente.

La Nouvelle Vague o el primero de los impulsos

El primero de los impulsos, más conocido como nueva ola en su traducción al castellano, fue imprescindible para el desarrollo del cine europeo posterior. Ya empezó a orquestarse en la década de los 50 en Francia, considerándose a Robert Bresson (‘Pickpocket’) antesala de la corriente.

El film de Bresson introducía ya rasgos que iban a ser definitorios de la nueva ola francesa.

De los nuevos impulsos del cine europeo de la segunda mitad del XX, fue el que tuvo una mayor trascendencia y longevidad. Curiosamente, emanó de una revista de análisis fílmico, Cahiers du Cinéma, creada por Jacques Doniol-Valcroze y André Bazin en 1951.

Un hecho lógico, dado que, siendo los nuevos impulsos reelaboraciones, precisaban de una reflexión teórica previa a su materialización. No sorprende, que los pioneros, de la nouvelle vague, François Truffaut, Jean Luc-Godard, Claude Chabrol, fueran, en primera instancia, analistas y críticos de cine.

Godard (izda.) y Truffaut (drcha.), dos de los principales exponentes de la corriente y de Cahiers du Cinéma.

Dentro del resto de impulsos cinematográficos, la nouvelle vague asentó una serie de bases y de fundamentos que influirían a los demás de manera decisiva. Un marcado rechazo al tradicionalismo del cine francés de la época, empleo de cámaras menos pesadas, un desarrollo no lineal y presupuestos ajustados.

Esto les llevaría en contadas ocasiones, como no podía ser dentro de estos impulsos fílmicos, a amenizar el rodaje. Para ello grabarían en localizaciones reales, empleando luz natural e improvisando diálogos y escenas. Elementos, que, en cierto sentido, entroncan con el carpe diem que pretendía captar el impresionismo pictórico francés.

El fallecido Jean-Paul Belmondo, fue un icono actoral del movimiento.

En realidad, el principal rasgo de los nuevos impulsos, era el espíritu de la independencia artística. Que sumado a lo mencionado con anterioridad, daría lugar al germen de la vanguardia cinematográfica.

Entre algunos de los herederos de la nouvelle vague podemos mencionar a Leos Carax, que fuera considerado en su día como el nuevo Godard (‘Holy Motors’). Y la directora, Claire Dennis (‘Los canallas’), muy emparejada a la renovación del cine polar francés.

‘Mala sangre’, de Carax, 1986, entroncaba con el espíritu de la nueva ola francesa.

El Free Cinema británico

El segundo de los impulsos europeos de esta segunda mitad del siglo XX tendría su afincamiento en Inglaterra. Podemos considerar una primera fase desarrollada a partir de la mitad de la década de los 50.

En esta primera fase (1956-1959), los fundadores del movimiento, Lindsay Anderson, Tony Richardson y Karel Reisz, realizaron cortometrajes de carácter documental. No es de sorprender, teniendo en cuenta, que muchos de los impulsos, se gestan a veces desde la propia practicidad fílmica.

‘If…’, de Anderson, 1968, polémico film satírico, catapultó a actores como Malcom Mcdowell (drcha.).

El free cinema resultó uno de los impulsos cinematográficos europeos que más comprometido estuvo con la realidad sociocultural del momento. La gran mayoría de las películas insertadas en esta corriente, son fiel reflejo del Reino Unido de finales de los 50 hasta entrados los 70.

Esto le distinguía claramente de los demás impulsos europeos. El largometraje fundador del movimiento sería ‘Mirando hacia atrás con ira’, de Tony Richardson, 1959, adaptación de la obra teatral de John Osborne. Este ya mostraba alguno de los rasgos clave del free cinema: interés por la clase trabajadora, el young angry man, estilo docu-realista e historias cotidianas.

Fotograma de ‘Mirando hacia atrás con ira’, que retrataba la frustración masculina por el desempleo de la época.

Sin lugar a dudas, fue uno de los impulsos que junto a la nouvelle vague, mejor retrató la juventud y el espíritu de rebeldía. Y es que el free cinema es prácticamente indisociable del bullente marco contracultural que estaba aconteciendo en Inglaterra.

El más eminente, no sucesor, sino continuador, es Ken Loach, que se iniciaría en esta corriente con ‘Pobre vaca’, 1967. Sin embargo, como figura adherida a los impulsos, ha continuado desarrollando su filmografía en esta vertiente político-social. Una digna heredera del free cinema sería Lynne Ramsay (‘Tenemos que hablar de Kevin’).

La ópera prima de Ramsay, ‘Ratcatcher’, 1999, entronca con el sentir del free cinema.
17/01/2022

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