
Todo narrador que se precie habrá oído alguna vez el nombre de Antón Chéjov, o al menos, debería serle vagamente familiar. Obras de teatro como ‘La gaviota’, ‘Tío Vania’ o ‘El jardín de los cerezos’, son obras que firmó de su puño y letra. Y, todas ellas están consideradas de las más importantes de la historia de la dramaturgia.

Por tanto, no es de sorprender que la figura de Antón Chéjov haya resultado de enorme impacto en el teatro del siglo XX. No solo por su espléndida expresión del realismo y del naturalismo, convirtiéndose en uno de los mejores representantes de estas corrientes. Sino por su excelente dominio de la narrativa.
Es por ello que Antón Chéjov se ha convertido también en todo un referente para los guionistas del medio audiovisual. A colación de esto, nos gustaría profundizar en sus concepciones narrativas, aplicadas al cine y el porqué de su impronta actual.

Ajedrez y dramaturgia: la narración según Antón Chéjov
Al igual que en el archiconocido juego, Antón Chejov no concebía la narración de una forma muy distinta que una partida de ajedrez. El tablero debía estar bien asentado, con las piezas colocadas en sus correspondientes casillas y pensar adecuadamente los movimientos a seguir.
Si nos detenemos a pensar sobre ellos, Antón Chéjov, en realidad solo estaba preparando la arena o el marco narrativo en el que situar a sus personajes. Los mismos estarían a su vez, bien definidos e integrados en ese espacio, con un sentido de planificación previa.

¿El motivo? Toda buena jugada de ajedrez requiere de tiempo, y eso implica una concentración máxima sobre el tablero. Antón Chéjov hablaría de arar el terreno, o cimentar la premeditación de lo narrativo. Contexto, espacio y personajes, siguen un patrón que busca la coherencia interna en lo argumental y en lo descriptivo.
Nada está dejado al azar. Un peón al avanzar puede ser una distracción para que un alfil avance en diagonal; no muy distinto de los comportamientos de los personajes. Esto implicaba para Antón Chéjov, que los elementos con los que interaccionasen sus personajes, tuvieran un motivo de causa-efecto. Y aquí es donde entra la escopeta.

Cargar, apuntar y… No fallar el blanco
Habitualmente en muchos largometrajes o cortometrajes, observamos cómo a pesar de la buena premeditación que hay de los factores antes comentados; algo falla. Antón Chéjov seguramente diga que se trate de que la escopeta no está cargada, o que quizás, el cañón de la misma estaba desviado.
“Si tienes una escopeta colgando de la pared en la primera escena de la obra, este deberá ser disparado en el último acto”.
Antón Chéjov (1860-1904)
Seguramente muchos de vosotros estéis pensando en plot twists varios de decenas de películas, que, a priori, os parecían ingeniosos y sorprendentes. Siguiendo los parámetros de Antón Chéjov: no lo son. Y tiene harto de razón al respecto, dado que todo cambio o elemento sorpresivo que se introduzca a posteriori sin una planificación o introducción previa, resulta tramposo e incoherente.
Como ya es habitual, os dejamos dos ejemplos en los que la escopeta de Antón Chéjov sí se cumple, y otros dos en los que el disparo es de fogueo:
Zombie´s Party, de Edgar Wright, 2004

La comedia romántica, y de terror, y negra, que inauguró la famosa Trilogía del Cornetto de Wright, ejemplifica idóneamente esto. Al final del film, todos los personajes acaban acorralados por la plaga zombi en el pub ‘Winchester’, donde habitualmente quedan para tomar unas pintas. En el bar, el famoso rifle está ahí colgado… Dejaremos que vuestra imaginación haga el resto.
Quemar después de leer, de Joel y Ethan Coen, 2008

Una variación de la escopeta de Antón Chéjov, realmente ingeniosa, es la que llevan a cabo los hermanos Coen en este film. Harry Pfarrer (Clooney) es un agente del FBI, que nunca ha empuñado un arma y jamás la ha disparado. ¿Os hacéis una idea de por dónde irán los tiros?
Juegos Salvajes, de John McNaughton, 1998

El guión de Stephen Peters no desmonta, sino que rompe por los cuatro costados la escopeta de Antón Chéjov. Intenta aparentar inteligencia, a través de una descomposición de efecto-causa, en la que no hay espacio a la premeditación.
Valiéndose, tramposamente, de ser una historia en la que el punto de vista de los personajes pivota de uno a otro, justificando torpemente sus giros. Hasta el punto de que, en conjunto, no hay escopeta que valga; todo es un gran plot twist cuanto más inverosímil y absurdo.
Sky Rojo, creada por Álex Pina y Ester Martínez Lobato, 2021

Es el ejemplo más reciente, y aunque no se trate de cine, probablemente es el que mejor exponga cómo obviar las concepciones de Antón Chéjov. En la primera temporada, llegando al final, las tres protagonistas, llevan a cabo acciones que no parten de una premeditación previa; surgen y emanan escopetas por doquier.
Se recurren a deus ex máquina (en forma de habilidades inesperadas y de excavadora) para resolver el plan para la confrontación final. Obviando, por completo, el punto en el que se encuentran ellas, e introduciendo elementos sacados de la nada para justificar consecuencias que están impostadas de forma forzada.
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