¿Quién es el antihéroe?

Si el protagonista heroico por antonomasia representa toda una serie de virtudes determinadas a través de las cuales desarrolla sus habilidades para alcanzar un objetivo a lo largo de una historia, superando sus debilidades y miedos; ¿quién es el denominado antihéroe?

En ciertas ocasiones, este personaje puede dar lugar a múltiples confusiones, dado que tiende a confundírsele con un antagonista. Debemos dejar claro en todo momento, que el antagonista es el personaje que siempre persigue el mismo objetivo que el protagonista, y que no tiene por qué tener unas atribuciones negativas sobre su persona y en sus procederes o actuar.

Es más, en los dramas románticos y en las comedias de sesgo romántico, dependiendo de quién sea el protagonista, al amado a conquistar será el antagonista, como apunta Linda Seger en su imprescindible, ‘Cómo convertir un buen guión en un guión excelente’.

Pero centrándonos en el personaje que nos atañe, sería preciso hacer una breve revisión de los orígenes del antihéroe y en qué márgenes se desenvuelve. Sin ánimo de dejar este primer apartado sin una clarificación en torno al antihéroe, podemos definirlo como aquel personaje que no sigue el arco evolutivo ni el camino del héroe para alcanzar su objetivo.

El antihéroe posee más carencias que virtudes, lo cual le lleva a alcanzar su objetivo de formas poco éticas u ortodoxas, que cuestionan su moralidad y lo sitúan en la ambigüedad.

Genealogía del antihéroe

El antihéroe es un vástago del wéstern, ¿el por qué? Sencillamente porque es el género cinematográfico que mejor representa los primeros indicios del realismo psicológico, término concebido por Paul Schrader, y que estaría ligado a los films emergentes a partir del desmoronamiento del código Hays en 1968, favoreciendo nuevas temáticas y perspectivas antes nunca planteadas.

Esto incluía la introducción del antihéroe, aunque el mismo ya había aparecido antes de la caída del código de censura, a principios de los 60. Pero sin ánimo de adelantarnos, probablemente uno de los primeros ejemplos prelminares en el personaje de Ringo Kid, interpretado por John Wayne en ‘La diligencia’, de John Ford, 1939.

Ringo se trataba de un fuera de la ley en búsqueda de venganza, para finalmente dejarse salvar por el amor de una mujer. Pero ya estamos percibiendo las primeras pulsiones propias de los rasgos definitorios del antihéroe y de sus acciones poco claras y más que censurables. Sin ser todavía un antihéroe de pleno derecho, Wayne ahondaría aún más en estos elementos en sus caracterizaciones de Tom Dunson en ‘Río Rojo, de Howard Hawks,1948, y de su ya legendario, Ethan Edwards en ‘Centauros del Desierto’, también de John Ford, 1956.

Aunque el cine negro también se ocupó de desarrollar en varias cintas a través del arquetipo del bad-good boy, caracterizado de cierta ambigüedad, pícaro, duro, que recurre a la violencia si hacía falta, aunque siempre con principios y aprovechándose de los vacíos legales.

El personaje de Rocky Sullivan, encarnado por James Cagney, en ‘Ángeles con caras sucias’, de Michael Curtiz, 1938, es también una representación del prototipo del antihéroe, que emergerá en dos continentes muy distintos en la década de los 60.

Entre dos umbrales: Japón y Europa

Debido a la cultura nipona, los contenidos cinematográficos abordados en Japón siempre han dado una mayor cabida a la representación de una violencia más explícita, así como el esbozar arquetipos más moldeables y que abarcaran un mayor rango de procederes y actitudes.
Pongo de ejemplo manifiesto el caso del personaje de Sanjuro, protagonista de ‘Yojimbo’, de Akira Kurosawa, 1961, un samurái que no se rige bajo el código del bushido, sino que hace sus propias reglas según sus intereses; un mercenario, a fin de cuentas.

Este personaje, interpretado por un brillante Toshirô Mifune, ya es un antihéroe en toda regla, y el tono desenfadado de su narración también da cuenta de ello: Kurosawa no busca el moralizar ni adoctrinar al público, sino ofrecerles un excelente entretenimiento.
Por tanto, podemos afirmar plenamente que el antihéroe es un personaje propio de géneros muy concretos, en donde su expresión más cruda y violenta lo encontraremos en Italia.

Prácticamente fuera de toda duda, el primer antihéroe que marcaría una época en Estados Unidos y a nivel mundial, sería el pistolero del poncho interpretado por Clint Eastwood, cuyo primer acto de presencia será en ‘Por un puñado de dólares’, de Sergio Leone, 1964; reconocida por el propio cineasta como un remake en clave de spaguetti wéstern del ‘Yojimbo’, de Kurosawa.

Salvajes, Duros y Violentos

Así serán la nueva galería de antihéroes que surgirán progresivamente con el nuevo Hollywood, una era que traerá miradas frescas, independientes, y que pondrán sobre la mesa todo el desencanto y el deje reaccionario contracultural que surgió del conservadurismo norteamericano de los años 50.

Si bien es cierto que con la caída del sistema de estudios en la década de los 60, así como el código de censura, vamos a hallar toda una eclosión de films protagonizados por antihéroes, en la búsqueda de un cine más ambiguo, visceral, y aunque siempre se trate de géneros muy específicos, el enfoque de estos personajes buscará un realismo con el que la audiencia pueda identificarse en los procederes y decisiones de los mismos.

Por mencionar algunos de los más conocidos de los 60, 70 y 80: ‘Bonnie & Clyde’, de Arthur Penn, 1967, ‘Grupo Salvaje’, de Sam Peckinpah, 1969, ‘The French Connection’, de William Friedkin, 1971, ‘El Padrino’, de Francis Ford Coppola, 1972, ‘Alguien voló sobre el nido del cuco’, de Milos Forman, 1975, ‘Taxi Driver’, de Martin Scorsese, 1976, ‘La cosa’, de John Carpenter, 1982 o ‘Platoon’, de Oliver Stone, 1986.