
Equivocadamente se considera que la improvisación ya sea en cine o en series, es un hecho fortuito. O de no ser así, que tiene que ver con la capacidad de inventiva de los intérpretes. Con respecto a esto, debemos tener en consideración que esto no es siempre así.
Los espectadores únicamente se quedan con el resultado que hay en pantalla, sin tener en consideración qué fue planificado y qué no. La improvisación, como tal, es un proceso complejo, y no siempre da buenos resultados. De ahí que, en este artículo, profundicemos acerca de este proceder, rompiendo moldes y desmitificando momentos esporádicos.

La lógica de la improvisación
Así es, no hay nada fortuito dentro del arte dramático, y la improvisación no iba a ser menos, aún con sus matices. Aquí entra en juego un debate entre quiénes identifican una que es pura y otra impura.
La primera correspondería a aquella que, manteniendo la lógica que pasaremos a describir, no concibe elementos de planificación en el proceso. La segunda, y como indica su nombre, sí que partiría de un tiempo, o palabras sobre las que construir la propuesta.

En cualquier caso, la lógica de la improvisación se atiende a los siguientes principios:
1º) Fundamentación creativa: a través de la imaginación, concebir un contexto o espacio en el que se va a desarrollar la acción.
2º) Escucha activa: aunque se trata de un principio fundamental dentro del arte dramático como tal, aquí cobra una importancia todavía mayor.
3º) Aceptación: que coloquialmente se conoce como el “sí constante”, que vertebra todo el esqueleto del acting a realizar.
Evidentemente, y por muy complicado que sea, la improvisación siempre buscará un punto al que ir. Es decir, no puede caer en una diatriba que no tenga un sentido de narración; debe apreciarse el inicio, el nudo y el desenlace.

¿Accidentes o milagros?
Con toda seguridad deberíamos denominarlos así, dado que en el medio audiovisual no hay prácticamente nada que no esté planificado. Es más, la improvisación, no es un recurso dramático propio del cine, aunque se haga, sino del teatro.
Esto se debe a que, ya sea por medio del guión técnico con los planos predispuestos por dirección u otras marcas, imposibilitan esta posibilidad. La puesta en cámara también tiende a dificultar esto, y, de hecho, muchos directores “atan en corto” al elenco para evitar estos accidentes.

Por tanto, existe una correlación del margen de maniobra de improvisación actoral con respecto al estilo directivo de cada cineasta. Es bien sabido, que Pedro Almodóvar ejerce una dirección de intérpretes muy rigurosa y detallista, hasta en el más mínimo detalle. Por el contrario, otro veterano de nuestro país, Fernando Colomo, opta por la no dirección de actores, favoreciendo propuestas y variaciones del reparto.
La planificación fuera de pantalla
Sin alejarnos de lo mencionado con anterioridad, estos accidentes pueden tener un objeto positivo en algunos casos, y en otros no tanto. Martin Scorsese, gusta mucho de dar libertad a sus intérpretes, de ahí que ensaye intensamente con ellos. Si en estos ensayos se produce algún momento o improvisación interesante, solo entonces lo registra para su posterior grabación.

Con lo cual, existe una planificación fuera de pantalla para la improvisación en cine. Eso no significa que se lleve siempre a cabo, el ritmo de la televisión a veces ofrece que los intérpretes arriesguen más. No por ello, eso significa que improvisar resulte siempre efectivo, o sea del todo positivo para la trama.

Además de que todo intérprete es un mundo, y hay quiénes respetaran más las directrices y el texto, mientras que otros serán más esporádicos. En definitiva, antes de pasar a la improvisación, conviene saber con qué clase de intérpretes trabajamos y comprobar si suma y resta al conjunto.

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